fluye con facilida...

Un Dos Tres

Hace poco compartí mi historia con un desconocido que conozco que daría mucho por desconocer. No hablo de mi misma (por si eso están pensando). Con acento, estatura, espalda y unos lindos ojos. Y aunque suene armonioso, no escuché a los ángeles de fondo ese día (aunque si entré al paraíso). Pero compartí mi historia. Dejé polvo en su hombro o la marca de entrada, como el aguijón de una abeja hambrienta. Prismas en el cielo, luces, alcohol y alcohol; la mayoría conoce lo que significa. Parece que había un auto. De paso a paso, la mano y la boca. Calor y una buena conversación. Entre eso, los hilos. “Qué quizás tu y yo tenemos algo que nos conecta” o un blabla que ya no sé (porque en verdad no importó). Que Benedetti, que Bukowski, Pizarnik, Girondo y otros más. Y los hilos otra vez. Todos los tenemos. Nadie los ve. Pero cuando sentimos un empujón seguido de revoloteo en la guata es que alguien nos está tirando. Y porque nuestros hilos no siempre son dorados, si no que brillan cuando deben. Y aunque la historia me la invente, me gusta creer en ella. Y que un momento brille y él brilló y en vez de dos, había solo un hilo